La prosperidad generada en Lobos permitió que una gran parte de su población alcanzara un bienestar modesto. En el Cuartel III, conocido como Las Chacras, la división de la tierra en parcelas de 25 hectáreas, promovió la instalación de familias inmigrantes, especialmente italianas y españolas, que se dedicaron a la actividad del tambo. Estas familias, muchas de ellas numerosas, se encargaban del cuidado del ganado y ordeñaban las vacas a mano todos los días del año.
La leche obtenida con tanto esfuerzo, ese preciado "oro blanco", se transportaba en carros tirados por uno, dos o tres caballos, dependiendo de la carga y del estado de los caminos, hasta las fábricas que comenzaban a surgir. En la década de 1920, cerca de la estación ferroviaria Empalme Lobos, dos hermanos suizos, Alfonso y Walter Egli, se establecieron en la zona y compraron una antigua mantequería, que consistía en un galpón de chapas, una caldera y una vivienda. Con gran dedicación, se dedicaron a talar montes y convertir la madera en leña para alimentar la caldera de su sueño, al que llamaron "La Bernina".
La Bernina en sus inicios. Foto cortesía de Antonio Briganti.
Ellos mismos cavaron a pala una zanja profunda para drenar los efluentes hasta el Canal Salgado. Los vecinos comenzaron a llevarles la leche a "los suizos", dando origen a una industria que se convirtió en un orgullo local.
Utilizando recetas suizas, fabricaban quesos como Ementhal, Gruyere y el popular quesito fluido "La Bernina", que se vendía en porciones triangulares dentro de cajitas redondas de cartón, con una tapa que mostraba la marca, símbolo de calidad.
La comunidad no solo les llevaba la leche, sino que también enviaba a sus hijos a trabajar en la fábrica. Emigrantes suizos y alemanes, contratados a través de una agencia suiza en la capital, llegaron a trabajar allí y se integraron sin problemas, formando sus familias.
Con el tiempo, la fábrica se modernizó, incorporando un motor de 45 HP que accionaba todas las máquinas del establecimiento, un tanque australiano para enfriar las cámaras, saladeros y sótanos para almacenar los quesos. Tal fue el éxito de los productos "La Bernina" que se exportaban a Brasil, Colombia y Japón. Era el único lugar en la zona que tenía teléfono, el número 77, que los Egli generosamente ponían a disposición de la comunidad en situaciones de emergencia.
Los tamberos apreciaban la honestidad de los Egli, quienes les pagaban puntualmente. Cada año, organizaban una gran fiesta para sus tamberos, obreros, vecinos cercanos y amigos, con comida y baile, una celebración memorable para todos.
En aquel entonces, "La Bernina" fue pionera al emplear a hombres y mujeres jóvenes, aceptando a sus hijas en la planta a los 18 o 20 años, lo que permitió a las familias mejorar notablemente sus ingresos y su calidad de vida.
A mediados de la década de 1930, la empresa estadounidense "Alimentos Kraft" llegó a Argentina, y los hermanos Egli, anticipando la competencia de la multinacional, decidieron vender su negocio y dedicarse a otras actividades. Más tarde, "La Bernina" fue adquirida por Magnasco y Cía., que la hizo tan famosa que el lugar aún se conoce por ese nombre. Aunque la fábrica ha cambiado de dueños varias veces y se ha reducido en tamaño, sigue en pie, preservando una rica historia de trabajo, sacrificio y valiosas relaciones humanas que perduran en el tiempo.
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